En mis relaciones sociales, cuando alguien descubre que soy dentista, tengo que aguantar el mismo jocoso y poco original comentario: “¡vaya, con lo que cobráis los dentistas, estáis forrados!”.
Y yo me pregunto: “¿Acaso tengo que pedir perdón por ser
dentista?, ¿por vivir del quehacer de mis manos?, ¿por percibir unos honorarios
por mi trabajo con los que comer, pagar mis impuestos y la manutención de mis
hijos?”
¡Claro
que cobro!
Tengo
unos tributos que pagar, unos gastos que suplir, unos trabajadores que esperan
de mí recibir el pago de su nómina a final de mes, unas inversiones tecnológicas
que realizar, unas actualizaciones en mi saber.
Tengo
unas cuantas hipotecas que responder, una familia a la que mantener y pocos
caprichos que satisfacer.
Soy
dentista y soy empresario.
Otra cuestión que no guste pagar al dentista por su labor… ¿no se paga al mecánico cuando arregla un coche, al fontanero que soluciona la fuga de agua, al electricista cuando resuelve un cortocircuito? Porque se considera que toda la atención médica debería cubrirla la Seguridad Social, ese es un tema del que se debería debatir con Sr. Presidente. Pero en los países que la asistencia dental está bajo protección gubernamental la calidad de la atención y materiales empleados es peor.
Pero se puede abaratar el coste odontológico si se acude cada seis meses y se trata a tiempo las patologías que afligen a la boca. Y no esperar a acudir cuando no queda más remedio.