Para restaurar una o varias piezas dentarias ausentes
puede colocarse en su lugar una prótesis, que ayuda a devolver funciones tan
cotidianas como la masticación, la deglución, la fonética y la estética. Las
prótesis pueden ser parciales o totales, y la capacidad de adaptación a ellas
es variable. Una vez integrada con éxito, la implantación de este elemento
artificial puede ocasionar molestias, así como dificultades a la hora de comer.
Problemas con solución
Problemas con solución
La menor fuerza de masticación, sobre todo con alimentos duros, puede generar insatisfacción, modificar el placer del acto de comer, y acarrear problemas nutricionales que afecten a la salud general, siendo las personas de edad avanzada especialmente susceptibles a ello. Uno de los inconvenientes que presentan las prótesis si no están correctamente ajustadas es que pueden quedar atrapados restos alimenticios entre éstas y la encía. Ello genera incomodidad a la vez que favorece el crecimiento de bacterias que pueden causar mal aliento.
Para que esto no suceda, la persona debe llevar a cabo unos hábitos de higiene oral rigurosos:
- Lavar y masajear la mucosa cubierta por la prótesis dos veces al día, usando un cepillo dental con filamentos muy suaves o aterciopelados para masajear el reborde edéntulo.
- Eliminar el biofilm oral (placa bacteriana) y las tinciones procedentes del té, café, tabaco, etc. sumergiendo la prótesis en comprimidos limpiadores específicos para la limpieza de estas.
- Limpiar el dorso de la lengua con un limpiador lingual.
Una de las funciones de las prótesis dentales es
devolver la estética perdida a aquellos que la usan. La satisfacción que
proporciona da seguridad y mejora la autoestima. Teniendo en cuenta la
existencia de adhesivos dentales eficaces que evitan que la dentadura se mueva
y roce la encía, la rehabilitación protésica ayuda a mejorar la calidad de
vida.